- Llamé a casa y la encontré llena de gente pensando que había muerto yo
La vida de José Fernández, oriundo de Ribeira, está tejida con hilos de intriga y coraje, una narrativa que se entreteje con los insondables misterios del océano. Desde que era apenas un niño, su destino quedó sellado junto a las olas del mar. A los 11 años, comenzó su travesía en la dorna familiar, siguiendo los pasos de su padre. Sus días de infancia fueron más marineros que estudiantiles: “Tuve poca escuela, era muy travieso. Me gustaba coger la barca y buscar las olas para saltar”.
La verdadera odisea de José comenzó tras cumplir con el servicio militar obligatorio. De regreso a casa, él y su familia adquirieron su primer barco a motor, el “Eliézer”, una nave que se convertiría en testigo de innumerables hazañas. A la edad de 25 años, José contrajo matrimonio con Nieves Pérez, su amada esposa y madre de sus cinco hijos. Con la responsabilidad de proveer para su familia, José se lanzó al mar en busca de oportunidades laborales.
A pesar de preferir las aguas de la ría, José también se aventuró en mares extranjeros, como los Países Bajos. Fue durante una de estas expediciones cuando vivió un episodio que quedó grabado en su memoria para siempre. En medio de un viaje, recibió la noticia de que un compañero había fallecido repentinamente a bordo. La confusión alcanzó su punto máximo cuando llamó a casa para hablar con su familia y descubrió una escena desconcertante: “Llamé a casa y la encontré llena de gente pensando que había muerto yo”. Resulta que el difunto compartía su mismo nombre, José, lo que llevó a una dolorosa confusión.
Los años de navegación de José estuvieron marcados por encuentros cercanos con la muerte. Recuerda vívidamente el momento en que su pequeña embarcación fue embestida por un barco más grande mientras pescaba en alta mar: “Cuando saqué la cabeza del agua, empecé a echar agua por la boca sin parar”. A pesar de los peligros, José perseveró en su oficio de pescador, aunque lamenta los cambios en el ecosistema marino debido a la explotación descontrolada.
Hoy, a punto de cumplir 89 años, José Fernández es un testamento viviente de una generación dedicada al sacrificio y al trabajo arduo. Su legado perdura en las vidas de sus hijos y en las historias que comparte, marcadas por la bravura y la perseverancia en los mares tumultuosos de la vida.