Falta de estibadores retrasa la descarga de 7.600 toneladas de atún

  • Solo hay 90 estibadores para un trabajo que requiere más de 150, lo que ralentiza el alijo de túnidos en A Pobra y evidencia la crisis del sector portuario.

El puerto comercial de A Pobra do Caramiñal vive estos días una situación insólita: la falta de estibadores está complicando la descarga de 7.600 toneladas de atún congelado de dos mercantes, el Savanna Breeze y el Nova Zeelandia, ambos con bandera de Bahamas. Aunque la operativa debería realizarse en un plazo de tres semanas, la escasez de mano de obra amenaza con alargar el proceso y pone de manifiesto la crisis que atraviesa el sector portuario en la comarca.

Un oficio en declive

Hubo un tiempo en que el trabajo de estibador en los puertos de Ribeira y A Pobra era una salida laboral estable y demandada. La llegada de mercantes con cargamentos de atún era frecuente, y las empresas consignatarias tenían listas de espera de trabajadores dispuestos a realizar el duro trabajo de descarga. Sin embargo, el panorama ha cambiado drásticamente: el tráfico de buques ha disminuido, la actividad se ha vuelto intermitente y muchos de los antiguos operarios han optado por otros empleos más estables.

Actualmente, se calcula que se necesitarían más de 150 estibadores para vaciar las bodegas de ambos buques, pero solo hay disponibles 90. Esto ha obligado a reorganizar la operativa, centrándose en cinco de las siete bodegas y priorizando las necesidades de las fábricas conserveras a las que va destinado el atún congelado.

Un alijo a contrarreloj

El Savanna Breeze, el buque de mayor tamaño, transporta el grueso de la carga con cuatro bodegas repletas de túnidos. En paralelo, el Nova Zeelandia aporta otras tres cámaras con materia prima. La falta de personal ha llevado a que se estén vaciando simultáneamente las cuatro bodegas del Savanna Breeze y solo una del Nova Zeelandia, ralentizando una operativa que en condiciones normales avanzaría con mayor fluidez.

El proceso de descarga es una tarea que requiere precisión y resistencia, especialmente cuando se manipulan grandes volúmenes de pescado congelado. Según fuentes del sector, cada bodega requiere unos 26 operarios repartidos en dos turnos, lo que en condiciones normales permitiría agilizar la operativa. Sin embargo, la falta de trabajadores ha obligado a reducir la capacidad de descarga, prolongando los tiempos y generando incertidumbre entre las empresas conserveras que esperan la materia prima para su producción.

Un puerto en transformación

El descenso en la llegada de atuneros a A Pobra no es casualidad puertos, pero la falta de diversificación y modernización está dejando obsoleta su operativa. Mientras grandes terminales adaptadas al tráfico de contenedores ganan protagonismo, muelles como el de A Pobra pierden relevancia, lo que genera una espiral de descenso en la actividad que afecta a la mano de obra y a toda la cadena de valor vinculada al sector pesquero.

El impacto en la industria conservera

Más allá del problema logístico, la ralentización en la descarga de atún tiene repercusiones directas en la industria conservera, uno de los pilares económicos de Galicia. Las fábricas dependen de un suministro constante de materia prima para mantener su producción y cumplir con sus compromisos comerciales. Un retraso prolongado en la descarga podría traducirse en problemas de abastecimiento, aumento de costos y hasta posibles pérdidas de contratos.

El sector ya enfrenta otros desafíos, como el incremento de los costes energéticos, las restricciones medioambientales y la competencia de mercados exteriores. La falta de estibadores añade una nueva preocupación a una industria que necesita estabilidad para seguir siendo competitiva.

¿Soluciones a la vista?

La crisis de estibadores en A Pobra es un síntoma de una problemática mayor: la falta de relevo generacional y la escasez de incentivos para atraer nuevos trabajadores a un sector que ha ido perdiendo atractivo. Sin una solución a corto plazo, episodios como este podrían repetirse con mayor frecuencia, afectando no solo al puerto, sino a toda la economía local.

Algunas voces dentro del sector apuntan a la necesidad de mejorar las condiciones laborales y garantizar una mayor estabilidad en el empleo para recuperar mano de obra. Otras proponen modernizar los procesos de descarga con mayor mecanización para reducir la dependencia de la mano de obra manual.

Lo cierto es que la crisis de A Pobra es una señal de advertencia para el futuro del sector portuario gallego. Si no se toman medidas, el descenso en la actividad de los muelles podría volverse irreversible, arrastrando consigo a toda una industria que durante décadas ha sido un pilar de la economía en la comunidad.