Decenas de miles de euros en daños materiales y un clima de temor a represalias: las dificultades que enfrentan las víctimas de la pesca furtiva de calamar de potera.

  • Un negocio clandestino y lucrativo que prolifera a la sombra de sanciones leves y en un ambiente de temor entre los pescadores locales.

El área conocida como «el martillo», donde varios pescadores furtivos han instalado cuatro potentes focos de luz, se ha convertido nuevamente en un punto crítico de conflictos y enfrentamientos entre pescadores.

Los principales elementos de esta situación son los cuatro focos que iluminan el mar durante horas y hasta ocho personas supuestamente involucradas en esta actividad ilegal. Este es solo el último de una serie de enfrentamientos entre aficionados y quienes, amparados por un carné federativo, se dedican sistemáticamente a la pesca y comercialización ilegal de calamar de potera. 

El epicentro de estos conflictos es nuevamente el área del martillo en el puerto de Malpica, ubicado en la parte norte de la rada. Este lugar es un punto estratégico para la pesca de cefalópodos, y ha sido escenario de numerosas disputas. Se trata de un espacio reducido donde, en una sola noche, pueden llegar a concentrarse hasta cincuenta cañas de pescar. El incidente más grave ocurrió en junio de 2017, cuando siete personas presentaron denuncias ante la Guardia Civil por amenazas, lesiones y prácticas ilegales en la pesca recreativa.

Varios aficionados han contactado con La Voz para denunciar lo que está ocurriendo nuevamente en esta zona del puerto de Malpica. Aseguran que están cansados de no poder disfrutar de su hobby de manera tranquila, aunque prefieren mantenerse en el anonimato: «Si descubren que hablo con la prensa, como mínimo me rajan las ruedas del coche y me rayan la carrocería. En el peor de los casos, me podrían dar una paliza y arrojarme al mar desde el puerto», relata un habitual del puerto que conoce bien estas disputas.

Este verano, un enfrentamiento entre dos pescadores terminó con las cuatro ruedas de un coche de alta gama pinchadas y la carrocería completamente rayada, causando daños valorados en unos 3.000 euros. «Y todo porque el dueño del coche se quejó de que otro pescador estaba invadiendo su espacio», comentan fuentes anónimas. Este hecho ya ha sido denunciado a la Guardia Civil.

NUEVAS LUCES, NUEVOS CONFLICTOS

El origen de este conflicto reciente se encuentra nuevamente en el área del martillo. Portos de Galicia ha decidido renovar el sistema de iluminación en varias dársenas bajo su jurisdicción, incluida la de Malpica. Esta decisión ha alterado completamente los planes de los furtivos, justo en una época del año en la que el calamar de potera tiene una alta demanda tanto por parte de particulares (vecinos y turistas) como de restaurantes, algunos de ellos de prestigio, en la Costa da Morte y en el resto de la provincia. Incluso hay hosteleros de Asturias que compran el calamar de Malpica, pagándolo entre 18 y 20 euros por plato.

Ante la falta de luz, varios individuos, «ocho» en total según testigos, han decidido instalar sus propios focos en plena madrugada, aprovechando la escasa vigilancia. Estos potentes focos iluminan directamente el mar en la entrada del puerto, donde se pesca el mejor cefalópodo. Cada lámpara dura entre 8 y 10 horas y funciona con baterías recargables. Cuando las baterías se agotan, los pescadores las reemplazan para continuar con la pesca.

Según testigos que han observado lo que sucede en las «últimas dos semanas», los implicados son hombres de mediana edad, «hechos y derechos, no jóvenes». La mayoría de ellos provienen de la zona de Coruña, aunque también se encuentran viejos conocidos del mundo del furtivismo, como un asturiano, un lucense y un malagueño.

ALMACENAMIENTO ILEGAL

Dos de estos pescadores suelen instalarse en el puerto de Malpica en autocaravanas y pasan semanas allí. Las mismas fuentes señalan que no son simples aficionados al calamar de potera: «Capturan más de la cantidad permitida (5 kilos por día) y luego los guardan en táperes. Otros simplemente dejan las capturas en casa de alguna persona que se las guarda en congeladores para después venderlas», afirman.

Sin embargo, no todos pueden beneficiarse de la luz de estos focos: «Si no te conocen o no les caes bien, apagan las luces y esperan a que te vayas para volver a encenderlas. O simplemente te dicen que te marches. Si no lo haces, ya sabes lo que te espera: acabas con la cara golpeada o con el coche destrozado», advierte una persona conocedora de la situación.

UN NEGOCIO ILEGAL Y LUCRATIVO

Detrás de estas prácticas se oculta un negocio lucrativo e ilegal, favorecido en gran medida por sanciones que se limitan a leves infracciones administrativas en materia de pesca.

Por un lado, los furtivos obtienen grandes beneficios de esta actividad. «Por cada pequeño chipirón se pagan 1,5 euros. El kilo se vende a 20-25 euros», explica una persona familiarizada con el comercio en el puerto de Malpica. Añade: «Hay quienes van directamente al puerto a comprar los calamares. Son turistas o vecinos. Van a dar un paseo, ven lo que hay y preguntan al pescador cuánto cuesta. Acuerdan un precio y se los llevan para comer».

Los restaurantes son los otros grandes demandantes de chipirón obtenido sin ninguna garantía sanitaria o trazabilidad. En algunos menús, se ofrece calamar de potera a 20 euros por plato.

Otra vertiente de esta práctica es la venta de los utensilios utilizados para la pesca de cefalópodos. Algunas personas comercializan las poteras a 10 euros, un precio notablemente inferior al que se cobraba antes de la pandemia, cuando se vendían entre 15 y 20 euros la unidad. Incluso hay quienes han profesionalizado su producción mediante la elaboración de poteras en 3D.